DESENCLAVO
DESENCLAVO

Procesión

del Santo Cristo del Desenclavo

Ha llegado Sábado Santo, uno de los días clave en la Semana Santa de León y de suma importancia en la Cofradía.
Entrar a las cuatro de la tarde en el patio del Colegio Leonés, lugar donde están depositados los Pasos, es observar todo un ir y venir de túnicas púrpura.

Seises ocupándose de sus respectivas secciones, niños corriendo de un lado a otro, braceros pasando lista … es toda una «locura» y se palpa algo en el ambiente.
Efectivamente, en unas pocas horas se va a producir el Acto del Desenclavo.

El comienzo de la Procesión

Sale puntualmente de su iglesia de Santa Marina la Real y enfila el camino bien aprendido.

Encabeza, como siempre, la Ronda, anunciando a golpe de sonido prehistórico al Crucificado.

Nuestro Guión; le siguen los cofrades y el Confalón de nuestra Cofradía Hermana de la Santa Vera Cruz y Confalón de Astorga; el Guión de Santa Marina la Real; nuestro antiguo crucificado, que es portado a modo de homenaje por cinco Hermanos hasta el Acto del Desenclavo; y después, toda una serie de Bandas y Hermanos escoltando y acompañando los tronos del Santo Cristo del Desenclavo, el túmulo mortuorio donde será depositado una vez descendido de la Cruz, y Nuestra Madre María Santísima del Desconsuelo, cerrando el cortejo.

Desgarra el corazón la imagen de Nuestra Madre caminando muy despacio tras su hijo clavado en la Cruz.

La tristeza se va borrando lentamente cuando se vislumbra la Puerta del Perdón de San Isidoro.

Los Hermanos se preparan para conducir delante del tímpano románico a Cristo. La tarde se presenta cálida y tranquila. En la plaza isidoriana no cabe un alma pero no se oye ni la respiración de la misma. Sólo una ligera ráfaga de aire consigue levemente enarbolar los estandartes de la Cofradía colocados en los balcones de la plaza

Encabeza, como siempre, la Ronda, anunciando a golpe de sonido prehistórico al Crucificado.

Nuestro Guión; le siguen los cofrades y el Confalón de nuestra Cofradía Hermana de la Santa Vera Cruz y Confalón de Astorga; el Guión de Santa Marina la Real; nuestro antiguo crucificado, que es portado a modo de homenaje por cinco Hermanos hasta el Acto del Desenclavo; y después, toda una serie de Bandas y Hermanos escoltando y acompañando los tronos del Santo Cristo del Desenclavo, el túmulo mortuorio donde será depositado una vez descendido de la Cruz, y Nuestra Madre María Santísima del Desconsuelo, cerrando el cortejo.

Desgarra el corazón la imagen de Nuestra Madre caminando muy despacio tras su hijo clavado en la Cruz.

La tristeza se va borrando lentamente cuando se vislumbra la Puerta del Perdón de San Isidoro.

Los Hermanos se preparan para conducir delante del tímpano románico a Cristo. La tarde se presenta cálida y tranquila. En la plaza isidoriana no cabe un alma pero no se oye ni la respiración de la misma. Sólo una ligera ráfaga de aire consigue levemente enarbolar los estandartes de la Cofradía colocados en los balcones de la plaza

Los Hermanos desenclavadores le quitan la corona de espinas mientras las Hermanas esta vez, comienzan a entonar el Canto de las Llagas, otro ejemplo más del afán de rescatar del olvido la tradición.

Se trata de unos versos cantados relacionados con el Desenclavo de Cristo, recuperados en los inicios de la Cofradía, también en la localidad de Tendal de la Sobarriba.

Luego, le desprenden la corona de espinas, le quitan un clavo, después otro, y finalmente, cuando liberan sus santos pies, descienden con un sudario el cuerpo del Hombre para presentarlo a su Madre.

Supone otro momento de emoción. La Virgen hace una reverencia a su hijo y se lo llevan para envolverlo con un sudario y descansarlo en su lecho. Silencio otra vez. En el trono donde se levanta la Cruz vacía del cuerpo descendido, se coloca ahora la imagen de una Piedad, la Virgen con su hijo muerto en el pecho que irá delante del túmulo representando el momento en que María recoge el cuerpo de su hijo recién descendido para llevarlo al sepulcro.

Los Hermanos desenclavadores le quitan la corona de espinas mientras las Hermanas esta vez, comienzan a entonar el Canto de las Llagas, otro ejemplo más del afán de rescatar del olvido la tradición.

Se trata de unos versos cantados relacionados con el Desenclavo de Cristo, recuperados en los inicios de la Cofradía, también en la localidad de Tendal de la Sobarriba.

Luego, le desprenden la corona de espinas, le quitan un clavo, después otro, y finalmente, cuando liberan sus santos pies, descienden con un sudario el cuerpo del Hombre para presentarlo a su Madre.

Supone otro momento de emoción. La Virgen hace una reverencia a su hijo y se lo llevan para envolverlo con un sudario y descansarlo en su lecho. Silencio otra vez. En el trono donde se levanta la Cruz vacía del cuerpo descendido, se coloca ahora la imagen de una Piedad, la Virgen con su hijo muerto en el pecho que irá delante del túmulo representando el momento en que María recoge el cuerpo de su hijo recién descendido para llevarlo al sepulcro.

El Desenclavo se hace eco en las calles de León y cuando pasa el túmulo la mirada de muchos se dirige al cielo esperando algo. Sólo la expresión del Santo Cristo del Desenclavo al ser descendido consigue romper la barrera de lo humano y lo divino, pues es el hombre en su camino hacia Dios, en su camino al Padre. Y Santa Marina recibe con gloria al Señor liberado de la Cruz.

¡Otra vez hemos cumplido!